miércoles, 28 de enero de 2015

La mitología de la cesárea

Autor: Jeannine Parvati Baker
Traducción: Ibone Olza


El parto ha pasado de ser básicamente una expresión activa de las mujeres a ser un acto médico mediante el cual se extrae al bebé. La epidemia de cesáreas innecesarias es una consecuencia de ello.

Desde que empezó a interesarme el tema, el parto ha pasado de ser básicamente una expresión activa de las mujeres a ser un acto médico mediante el cual se extrae al bebé. Cuando tuve mi primer hijo, la tasa de nacimientos por vía abdominal no superaba el 10%. A finales de los noventa, la tasa de cesáreas oscilaba entre el 20 y el 40%, dependiendo de si el hospital realiza docencia o no. Si es un hospital docente, la tasa de cesáreas suele ser más alta. ¿Qué es lo que estamos enseñando?

Mi reacción inicial al comprobar como se robaba el nacimiento a las familias para dárselo a los expertos fue la rabia, la indignación, y el enfado que me llevaron a querer hacer algo sobre la epidemia de cesáreas. Mezclada con estos sentimientos estaba mi creencia de que todo en esta tierra sirve para el crecimiento de las almas, todo, incluido las cesáreas. En mi deseo de cambiar la manera en que se hacían las cosas, estaba permitiendo que el problema siguiera igual. A nadie, y menos a una cultura, le gusta que le cambien desde fuera. A mi no me gusta nada que alguien intente cambiarme, y a los médicos tampoco les gusta que yo pretenda cambiar la obstetricia. De hecho, creo que la única persona a la que le gustan que le cambien es al bebé cuando tiene el pañal sucio.

No, antes de que yo pretenda cambiar a nadie, hay una pregunta que deberíamos hacernos. La pregunta es ¿de que puede servir el que haya una epidemia de cesáreas? La cesárea le sirve al alma del mundo de la siguiente forma. Las madres a las que se les hace una cesárea incian un viaje mítico. Para explicar este mito, o la dimensión transpersonal de la cesárea, os voy a contar una vieja historia. De hecho es un relato de la Antigua Babilonia. Cuando escuché esta leyenda, enseguida lo relacioné con la experencia psicológica de las mujeres que han tenido una cesárea. Escuchar el relato del descenso de Inanna a los Infiernos nos recuerda la dinámica emocional de las mujeres que han sufrido una cesárea. Podemos entender desde una perspectiva más amplia como puede cambiar el mundo a traves del viaje que realizan las mujeres en el parto, sea por el camino fácil o difícil, y ver el camino para la recuperación. Lo más fascinante del mito es como nos permite ampliar nuestra comprensión y que esta perspectiva siga creciendo. Bajo la luz del mito de Inanna, podemos transformar la epidemia de cesáreas de algo puramente misógino en otra oportunidad que tienen las mujeres de profundizar en su alma y convertirse en sanadoras.

A Inanna se le pide que abandone el mundo y descienda a los infiernos. Cada vez que atraviesa una puerta en su descenso debe hacer una ofrenda. En las primeras puertas se quita sus objetos externos: las joyas, la corona, el velo, la gargantilla. Conforme desciende pierde su vestido, sus medias, su ropa interior, se quita todo. Debe ir más allá aun para poder descender en la profundidad. Se arranca entonces la piel, los músculos, las vísceras, hasta que sólo quedan sus huesos que son colgados en el rincón más remoto del infierno. He aquí Inanna, la Reina del Cielo, reducida a un saco de huesos en lo más bajo del infierno. Esta historia encierra un misterio central: sólo cuando la Reina de la Muerte da a luz en el infierno se permite que Inanna inicie su viaje de regreso. Se pone sus vísceras, sus músculos, su piel. Luego viste su nuevo cuerpo con sus prendas, su vestido, su gargantilla, su velo, su corona y sus joyas. Cuando emerge del infierno lo hace con un cuerpo renovado espiritualmente y radiante por haber viajado a la profundidad. Ahora es en verdad la Reina del Cielo, por que ha conocido y trascendido el infierno.

Cuando una madre es convencida o incluso obligada a someterse a una cesárea se convierte en una ofrenda de sacrificio igual que Inanna: debe descender por debajo del nivel egoico de consciencia al lugar donde el mundo terrenal deja paso al alma. Es una víctima en el sentido original de la palabra, sacrificandose a si misma por el bien de su hijo. Al menos esa es la historia que les cuentan a muchas madres que han tenido cesáreas, sea cierto o no (lo de que la cesárea salvó la vida de sus bebes). La madre ofrecerá su cuerpo, su mente y su alma al sacerdote/médico en el altar de la obstetricia si esto puede ayudar a su bebé. La anestesia alterará su nivel de consciencia, su alma viajará por el subconsciente. Será desnudada, su piel, sus músculos, sus vísceras serán manipuladas para que de a luz por cesárea. Una vez que despierte podrá reclamar un nuevo cuerpo espiritual, una vez, claro está que haya integrado el nacimiento y comprendido de que le sirvió a su alma el que su hijo naciera por cesárea.

Cuando las madres que se preguntan "¿de que sirve la cesárea?" se queden sin respuestas, tendremos la oportunidad real de curar la epidemia. Sino, estamos intentando cambiar el sistema desde fuera. Mi impresión es que cuando las madres dejen de verse como víctimas y empiezan a verse como sanadoras, o chamanes, habrá menos cesáreas en la comunidad. Si por el contrario siguen sientiendose heridas, culpables, avergonzadas de su experiencia en el parto, serán menos efectivas para cambiar la manera en que nuestra cultura da a luz.

Cuando una madre que ha sido abierta empieza a sentir que su cesárea fue un viaje iniciático y se permite explorar los aspectos más profundos de la curación se libera una cantidad enorme de energía psíquica. Reprimir o negar el trauma requiere muchísima energía pero una vez que la experiencia se integra (es decir, se siente, se expresa y se libera) toda la energía que antes se utilizaba para defenderse se libera para la acción creativa. Una madre que se sienta bendecida, incluso si ella nunca habría pedido de manera voluntaria la "bendición" de la cesárea ni volvería a pasar por ella, es más efectiva para educar a las demás, que una madre que se siente culpable y herida. Cuando Inanna emerge, lo hace radiante por su viaje a la oscuridad.

Comparto este mito del descenso de Inanna porque es un arquetipo inusual de madre: la que se ha enfrentado a la Muerte en el Parto y ha salido indemne. Las madres que dan a luz de manera natural conocen ese sentimiento de pelear con la Muerte por el alma del bebé que tiene que nacer, las madres que sufren la cesárea conocen algo de la sombra del alma que una vez que se hace consciente servirá de matrona y de guía para todas las mujeres en el parto. Cuando una mujer da a luz conscientemente a menudo exclama: "Ahora sé que puedo hacer cualquier cosa". En ese glorioso momento, la mujer defiende su derecho pertenencia por el parto a la nueva especie de la evolución -el Homo Divinus- la de los humanos que son dueños de su propia experiencia. Cuando la mitad femenina de la humanidad recuerde esto, no me imagino como será el mundo. Si no se nos maltrata a las madres en nuestro momento más esencial de creatividad, y si incluso cuando la cesárea es necesaria la madre vive la cirugía como un viaje del alma, se alcanzará el equilibrio. Sin víctimas, sin opresores. Sin opresores, sin víctimas. En la historia de Inanna queda claro que ella eligió bajar a los infiernos, de la misma manera que las madres aceptan su destino en el parto: sin victimizar a la Diosa en este milenio.

Así es como yo veo a las madres: todas son diferentes rostros de la Diosa. El rostro de Inanna me ha saludado cada vez con más frecuencia en numerosos nacimientos de la últimas generaciones. Tiene un rostro firme, fuerte, y las huellas de su sufrimiento y su alegría se reflejan alrededor de su ojos y de su labios. Habla apasionadamente, como la lava su mensaje que fluye más allá de sus palabras y el sonido de su voz es pura calidez. Nunca cesa de percibir, ella capta las ideas de aquí y de allá para alimentar el futuro. Gracias a su viaje conoce bien la oscuridad, está acostumbrada a los matices, a las sombras y la penumbra, a las claves para ver más allá. El rostro de Inanna siempre me invita a profundizar, a ir más lejos. Ella ilumina los pasadizos más dificiles, y nos enseña a atravesar cada uno de ellos de la mejor manera. Frente a frente con Inanna, veo a las madres del mundo entero, practicamente siempre pariendo de manera natural, porque las cesáreas ya no le servirán al mundo. De esto nos sirve ir al infierno y regresar, para aclarar el camino a las proximas generaciones de manera que el nacimiento pueda iluminar los rostros antiguos y nuevos de la Diosa.

Dedicado a Janice, sanadora extraordinaria. 10 de Enero de 1997


Nota de la traductora:
Cuando leí este artículo por primera vez, hace más de un año, no lo pude soportar. Me dolió tanto leerlo! No podía entender por qué sentía tanto dolor con estas palabras, entonces me mantuve alejada de él, lo había impreso y escondí las hojas. Ahora puedo ver que estaba al comienzo de mi proceso de sanación por mis tres cesáreas. Ahora he vuelto a él y lo he releido. Es impresionante. Lo leí y lo comprendí por primera vez y lo he estado releyendo una y otra vez y he pensado en todas ustedes, todas las mujeres sabias, las que lloran y sufren tanto por el enorme sacrificio que hemos tenido que hacer. Agradezco a Jeannine por escribirlo. Y ahora lo voy a traducir al Español.
Ibone Olza - Zaragoza, España


Copyright © Jeannine Parvati Baker.
Traducción de Ibone Olza
Fuente: http://www.holistika.net/parto_natural/la_cesarea/mitologia_de_la_cesarea.asp

viernes, 23 de enero de 2015

Por qué no "enseñar" a moverse - desarrollo motríz autónomo... y felíz!

Vivimos inmersos en un paradigma cultural altamente intervencionista. Nos cuesta horrores, en todos los ámbitos, aceptar que la naturaleza hace su trabajo y sigue su curso aún sin  la “ayuda” del hombre. Además existen una enorme cantidad de mitos e ideas erróneas, sumadas a una gran incomprensión que derivan en errores importantes que luego traen consecuencias.

La forma habitual es “enseñar”
Solemos pensar que los niños, desde recién nacidos deben ser “enseñados” a comer, a dormir, y moverse no es la excepción. Esto denota un gran desconocimiento de las características, necesidades y comportamientos innatos de nuestras crías, como producto de la desconexión y el condicionamiento cultural.

Respecto del desarrollo motor, la idea más difundida y aceptada socialmente, considera la ayuda de la madre (adulto enseñante) como una condición previa y como acompañamiento del proceso.
En estas condiciones el desarrollo motor se presenta de la siguiente manera:
1. Se hace conocer al niño la nueva postura o el nuevo movimiento de desplazamiento (por ejemplo poniendo al niño cuya posición es todavía el decúbito dorsal, sobre su vientre)
        Leer ¿Por qué me sientan?
2. El niño aprende a mantenerse solo en la nueva posición y después a entrar en actividad en ella; aprende a ejecutar por sí mismo todos los movimientos de desplazamiento que le han “enseñado”.

3. El niño aprende a encontrar y abandonar la posición o la forma de desplazamiento anteriormente aprendida.
Es clave mencionar que esto, si bien es habitual, no se trata de algo “natural”, sino de algo que ha sido naturalizado por la costumbre. Es un hábito.
“El niño pequeño se ve así forzado, prácticamente durante todo el primer año de vida (o más), a pasar casi inmóvil una parte más o menos considerable de su tiempo de vigilia, puesto que debe ejercitar movimientos que aún no es capaz de realizar por sí solo.[…] En estas posiciones los músculos conservan el mantenimiento defectuoso, funcionan en falso, hallando una solución insatisfactoria a una desproporcionada tarea impuesta al organismo.” Emmi Pikler
“En el desarrollo motor y postural autónomo, los niños llegan siempre a la postura sedente a partir de la postura «semisentada» o «a gatas». Los estudios realizados por Pikler revelaron, por un lado, que los niños alcanzaban esta postura con una buena alineación de los segmentos vertebrales y, por el otro, que jamás llegaban a sentarse desde la postura en decúbito dorsal.
Teniendo en cuenta estos estudios, llegamos a la conclusión de que tomar a los niños de las manos para llevarlos a la posición sentada resulta antinatural y antifisiológico.” 
Desarrollo motor y postural autónomo - Programa Materno Infantil del Ministerio de Salud - Argentina
Mantenido en posturas que no es capaz de adoptar ni abandonar por sí solo, continúa dependiendo del adulto a pesar de que su agilidad y movilidad son cada vez mayores.
“El niño con buena salud, cada vez más necesitado de actividad paralelamente a su desarrollo, si se encuentra inmovilizado, condenado a la inactividad y la impotencia, se vuelve frecuentemente inquieto, insatisfecho, descontento.” Emmi Pikler
“[…] nuestros niños ni piden al adulto que les siente o que les ponga de pie. Incluso ignoran estas posiciones antes de haberlas adquirido ellos mismos puesto que la cuidadora no les sienta jamás si les pone de pie...”
Esta actitud “habitual” de los niños no sería innata, sino una consecuencia del comportamiento de los adultos, que le “enseñan” unas posturas y movimientos que aún no es capaz de realizar ya que superan su nivel de desarrollo.

Por otro lado también está el tema de los tiempos y las expectativas en cuando al desarrollo, que muchas veces son poco realistas o demasiado ceñidas a lo que indican los manuales.
Esto también promueve la idea de que ante cualquier “desvío” debe ser “subsanado” con intervención del adulto, estimulando al niño para que logre lo que estamos esperando. Sin embargo esta actitud puede resultar perjudicial y no es necesaria en lo que al desarrollo respecta.

“En algún punto de su desenvolvimiento todos los niños normales llegan al mismo lugar, y no hay diferencia si es antes o después.

Tarde o temprano, los chicos aprenden a hacer lo que Ud. espera de ellos, si sus expectativas son realistas. […] desgraciadamente este conocimiento no nos impide tener grandes expectativas cuando aún están en la cuna. Ni tampoco nos impide comparar su conducta con la de otros niños, comparaciones sin sentido y peligrosas.[…] Las expectativas sobre nuestros chicos son beneficiosas si nos alientan a ofrecerles el soporte y atención que necesitan para alcanzar su propio potencial. Asimismo si nuestras expectativas exceden dicho potencial, esto puede ser devastador para el desarrollo y auto-imagen del niño, y también si nos falta la paciencia necesaria para permitir que sus capacidades e intereses se desarrollen naturalmente durante los años formativos.” Dr Mendelsohn - "Como criar a un hijo sano a pesar de su médico"

¿De qué hablamos cuando nos referimos a desarrollo motriz autónomo?
Básicamente se trata de dejar que el niño vaya desarrollando sus diferentes habilidades por cuenta propia, a su tiempo y sin intervenciones innecesarias que perturben la normal evolución fisiológica.

Las bases de la motricidad libre, estudiadas y desarrolladas por la Dra Emmi Pikler, son:

  • La NO intervención directa del adulto durante los primero estadios del desarrollo motor.
    No sería condición indispensable para la adquisición de los movimientos, dado que en condiciones ambientales favorables el niño pequeño lo consigue regularmente por sí mismo, por su propia iniciativa, con movimientos de buena calidad bien equilibrados.
  • Respetar los tiempos y necesidades de cada niño en particular, sin poner plazos para el desarrollo de determinadas habilidades.
    Más bien es conveniente asegurar un entorno adecuado y seguro (vestimenta, superficie, espacio, juguetes) para el normal desarrollo motor, independientemente del tiempo que le tome alcanzar cada estadío.
    Además, su buen desarrollo dependerá de la creación de relaciones humanas adecuadas, de la relación íntima con su madre (o con la persona que se ocupe de él) mediante la provisión de cuidados atentos y serenos, hablándole, anticipándole y prestando atención a sus iniciativas para poder responderle.
    “Es preciso que nos ocupemos del niño pequeño con amor, con paciencia”
  • NO imponer posturas, ni forzar o “ayudar” a realizar movimientos que el niño no puede realizar por sí solo
  • Esto no solo no es necesario sino que resulta contraproducente:
    • por la inmadurez de su sistema neuromuscular y la inadaptación temporal de su personalidad.
    • porque en las posiciones y los movimientos así provocados él se muestra torpe, desmañado, crispado y/o tensionado.
    • porque colocarlo en posiciones para las que no está listo restringe considerablemente sus posibilidades de movimiento y su impulso de exploración innato, produciéndole frustración y dependencia del adulto (para cambiar de posición, alcanzar un juguete, etc).
    • porque el perjuicio no se limita al desarrollo de su motricidad, sino que también influye desfavorablemente en su desarrollo psíquico, en el desarrollo de su personalidad.
      El niño se ve limitado, sesgado alto tan importante como su iniciativa, siendo que el movimiento activo, que él mismo ejecuta, posee un papel preponderante en el conocimiento del propio cuerpo, en la autoconciencia, en la percepción de su propia eficiencia, en el aprendizaje, en el reconocimiento espacio-temporal del entorno general.
    • Porque se ve obligado a adoptar conductas adaptativas que indefectiblemente tendrán consecuencias (físicas y psíquicas) a mediano y largo plazo.
  • Poner siempre al niño tumbado de espalda (postura de inicio) hasta que pueda él mismo adoptar otra posición.

Fases del desarrollo motor autónomo descriptas por E. Pikler:
Para ver la descripción detallada de las fases consultar "Moverse en Libertad" ó el artículo "Desarrollo motor y postural autónomo"

Como resultado del desarrollo libre de la motricidad, podemos observar:

  • niños más independientes, relajados, activos, satisfechos y alegres que pueden interactuar bien (autoregulación)
  • se muestran atentos y concentrados, perseverando en las tentativas y buscando una solución si no logra lo que buscaba; pudiendo abandonar en cualquier momento una posición adoptada o movimiento iniciado
  • el desarrollo es continuo (ritmo regular)
  • la experimentación y el ejercicio autónomos son una fuente visible de alegría
  • no conocen los movimientos ni las posiciones cuya ejecución autónoma aún no se halla a su alcance
  • ejercitas durante mucho tiempo los “movimientos preparatorios” en el período que precede a alcanzar una nueva posición o movimiento
  • llegan por sí mismos, por su propia iniciativa, a cada una de las nuevas etapas
  • sus movimientos resultan armoniosos, son asimilados sin crispación y realizados en buenas condiciones de equilibrio muscular
  • adquieren cierta prudencia y aprenden a reaccionar con destreza ante inicidentes inesperados (ej: caídas)
  • las relaciones entre los niños y los adultos son más serenas y equilibradas dado que la mayor autonomía de los pequeños se traduce en adultos menos agobiados.
La ventaja más importante es que los bebés y los niños disfrutan experimentando con su cuerpo y con el entorno, crecen sanos y felices.

¿Cómo empezar a aplicar los principios piklerianos?
En primer lugar, hay que evitar colocar al bebé en cualquier otra posición que no sea recostado de espaldas (no verticalizar) hasta que sea capaz de adoptar otras posturas por sí mismo. Este es el punto más difícil de aplicar.
A partir del mes de vida aproximadamente es recomendable que pasen tiempo en el suelo, en una superficie adecuada (colchoneta firme, piso de madera o goma, etc) para poder experimentar con su cuerpo, las sensaciones y movilidad del mismo. Luego comenzarán también a interesarse por otros objetos del entorno (juguetes, muebles, etc).

Al principio van a estar muy poco tiempo y enseguida van a llorar para ser alzados por el adulto. Con el tiempo se irán acostumbrando hasta encontrarle el gusto a la actividad. Siempre deben estar acompañados por el adulto atento, hablando e interactuando con el bebé; al principio muy muy cerca y con el tiempo tolerará que esté alejado pero siempre en su campo visual.

Material Complementario




Melina Bronfman - Observador Tv (Uruguay)
"Si hay un niño que no acepta las reglas es porque arrastra algún tipo de carencia"

lunes, 12 de enero de 2015

Del dicho al hecho...

Si bien ha sido una experiencia gratificante y maravillosa, no voy a realizar un relato pormenorizado de mi parto, sino que quiero compartir algunas reflexiones y vivencias que puedan resultar útiles a quienes se interesen por el parto en casa y el modelo de atención de las parteras independientes, considerándolas para la llegada de sus hijos, o simplemente para conocer de qué se trata.
Elegí parir en casa porque considero el embarazo y el parto como un estado saludable, parte de nuestro ciclo vital normal.
Porque quería asegurarme de poder ser, junto con mi hija, las protagonistas, tomando las decisiones y marcando el ritmo del proceso… “tener el control del descontrol”
Porque saberme en la intimidad de mi propio espacio y tiempo, rodeada de la gente que yo elegí, me brindaba más seguridad y libertad.
Porque deseábamos un parto natural, fisiológico, sin intervenciones innecesarias (de rutina) para mí y mi bebé y consideramos que esta era la manera más probable de lograrlo (y así fue!).
Porque queríamos darle a nuestra hija la bienvenida en familia, a nuestra manera, en la calidez de nuestro hogar y disfrutarla desde el primer minuto sin separaciones innecesarias.

Por suerte no tuvimos que hacer “casting” de equipos porque ya
conocía a varios de ellos con sus diferentes estilos y sabía lo que buscaba. Elegimos a las parteras con las que ambos, mi compañero y yo, nos sentimos cómodos, más allá de lo humano y el “feeling” que se generó,  por su experiencia, criterio y modalidad de atención.
Agradecí disfrutar de cada encuentro relajada (mensuales, y hacia el final quincenales), sin salas de espera interminables ni ansiedad ni angustias. Charlábamos fluidamente, entre risas, tés, mates y cosas ricas, de experiencias, de inquietudes, de deseos, de estadísticas y de elecciones; además de revisar los (pocos) estudios que hicimos y llevar registro de todo en la historia clínica. Así y todo, a último momento quedaron algunas cositas sin charlar que luego resonaron en el parto… (moraleja: no dejes nada para la próxima ni des nada por sentado por más obvio o insignificante que parezca).
Tuvimos oportunidad de preguntar y recibir información sobre prácticas, opciones y alternativas, así como nos despejaban dudas y abordábamos también las cuestiones más emocionales y existenciales (no solo la parte clínica). Siempre estuvieron atentas a cómo nos sentíamos nosotros y como familia con todo el proceso.
Al final de cada encuentro llegaba el momento de tomar la presión, tocar la panza (revisaban ubicación, crecimiento y demás), medirla y escuchar los latidos.
Entre encuentros, cualquier duda o cuestión que surgiera era respondida enseguida y con seguimiento (por ejemplo cuando me agarré una gripe terrible alrededor de la semana 20).

Tuve también la gracia de encontrar una médica, un sol de persona, que aún sin conocerme (yo tenía excelentes referencias de ella de otras mujeres a quienes asistió) aceptó ser mi plan B y se mostró muy abierta a todos mis planteos, incluso no estando del todo de acuerdo con algunas cosas. La vi solamente 3 veces en todo el embarazo porque ella confiaba en los controles regulares que estaban haciendo las parteras.

Y llegó el momento, con 39 semanas clavadas…
No tuve un parto de ensueño, ni orgásmico, ni poético, ni místico, ni de revelación…
Tuve un parto “directo al grano”, digamos. Tuve un parto MÍO… nuestro, REAL, terrenal, intenso, rápido, demandante y de madrugada, tal como lo imaginé.
Tal como auguraban (como temía) LO HICE SOLA y sabiamente acompañada, a prudente distancia… porque así debía ser.

Sumergida en mi misma, en las sensaciones potentes que me invadían, que por momentos me superaban porque el ritmo acelerado y la intensidad me hacían muy complicado integrarlo todo. Entonces busqué ayuda afuera, y las palabras serenas de mi partera me alentaban (a decir verdad en ese momento me enojaba su parsimonia, pero de algún modo me ayudaba a continuar).

Atravesé el bosque y resurgí nuevamente renacida. 

En ningún momento sentí miedo, ni ansiedad. Solo por momentos cierta urgencia: “que se acabe, ya!”. Y todo fluyó de maravillas.
Me sorprendió poder reconocer las sensaciones, saber con mucha certeza en qué etapa estaba, ya que parecía casi como si reviviera (físicamente) mi parto anterior.
Busqué la tierra cuando llegó el momento de rendirse, dudando un poco sobre si podría hacer la fuerza necesaria. Me llevó un rato y varios intentos encontrar la posición más adecuada hasta que el poder de las ráfagas finalmente se apoderó de mí y en tres pujos (con su papá y hermana como testigos privilegiados) mi pequeña estuvo en mis brazos. Húmeda, resbalosa y calentita, soltó un llanto que de a poco se fue calmando.

Pedí acostarme porque estaba incómoda y me dolían las piernas, habiendo hecho casi todo el trabajo de parto caminando, parada o acuclillada. Apenas me había acomodado y la pequeña ya olisqueaba en busca del pecho al que se prendió enseguida con mucha fuerza, con la misma determinación con la que emprendió el camino hacia este lado del mundo. Y allí se quedó largo rato, mientras yo alumbraba la placenta.
En algún momento mientras me acomodaban en la cama sonó la alarma de la máquina de pan, que había preparado mientras atravesaba las primeras contracciones para “distraerme” un poco. Pudimos desayunar con pancito casero recién hecho. Entonces mi marido dijo: “esta mujer tarda menos en parir un hijo que en hacer el pan!” y quedó para la posteridad… jaja!

Luego del parto los masajes en las piernas acalambradas y temblorosas que me hizo mi partera fueron lo mejor de lo mejor! En los días y semanas siguientes las parteras nos visitaron, ayudaron y cuidaron, además de realizar los controles necesarios a mí y a mi bebé. Esa continuidad de cuidados creo que es esencial porque son momentos especiales, una puede estar sensible o movilizada, y es muy agradable sentirse cuidada, tener alguien de confianza a quien recurrir. También se bancaron con paciencia y alegría el acelere de una recién estrenada “hermana del medio” que quería estar en todos lados, hacer y mirar todo, sin parar de hablar un segundo.

Para mí lo mejor de todo, lo que más disfruté fue el “continuum”, el poder estar juntos sin interrupciones ni separaciones, poder disfrutar de nuestra pequeña hija desde el minuto cero, disfrutar sus gestos, sus ruiditos, como iba cambiando y descubriendo su nuevo mundo, descubriéndonos. Vestirla varias horas después cuando recuperé fuerzas y tuve ganas, estando tranquilos en casa, en nuestro ambiente… y tener MI baño.


Si tuviera que volver a elegir, elegiría esto mil veces. Por su calidez, por estar hecho a medida de cada mujer, de cada embarazo, de cada pareja y de cada familia. Porque es agradable no sentirse una más del montón, entablar un vínculo real, compartir códigos, ideas, y tener la seguridad de que quienes te asisten comprenden bien qué es lo importante y están realmente comprometidas con tus deseos y el bienestar de madre y bebé.